lunes, 7 de mayo de 2012

5 de mayo de 2012. En el fondo es un concurso muy conservador


No se puede entender éste concurso sin echar una ojeada a la figura de Ysaÿe. No tengo intención de entrar en detalle ya que tengo pendiente una entrada sobre la historia del concurso, pero sí que quiero dar ciertas pinceladas al respecto.

Dice Harnoncourt (uno de los pioneros en materia de investigación en la interpretación de música antigua) en su discurso sonoro que la revolución francesa contribuyó a la democratización de la música a través de la creación de una red pública de escuelas en las que se enseña la “música oficial” o al menos su manera de entenderla –lo que hoy conocemos como conservatorios- tanto como a su homogeneización,  causa lógica de ésta nueva estructura pedagógica.

Él entiende esta nueva estructura como un punto de inflexión en la historia de la música a partir del cual el nivel técnico y la brillantez interpretativa se van separando paulatinamente concentrándose el primero en los recién creados conservatorios y refugiándose la segunda en la tradición pedagógica maestro-discípulo.

En la actualidad hemos reflexionado incontables veces a cerca del nivel medio instrumental, que es muy superior que hace cien años, pero también hemos reflexionado sobre la carencia de figuras históricas que influyan en la historia del propio instrumento.

Las causas desde luego son numerosas y yo tengo mis propias teorías (porque no).

Eugene Ysaÿe, uno de estos violinistas legendarios de los hablamos, tras años de labor pedagógica concluyó que era necesario desarrollar  una actividad que sirviese  de escenario para que jóvenes músicos pudiesen desarrollarse al margen de lo que el consideraba una “educación alienante y carente de creatividad”.

Es de ésta manera que nace el concurso –primero llamado Eugene Ysaÿe para después de la guerra adquirir el nombre de la reina, principal promotora del mismo-.
Y lo que es más importante: es bajo este lema que nace el concurso.

Sirva toda esta introducción para contextualizar mi descontento con la decisión del jurado y para razonarla en sus propios términos.

Por una parte se quedan fuera violinistas que tuvieron la personalidad  de desafiar paradigmas de la dinámica de éste concurso como Sergey Malov demostrando que por mucho que cambien modas o que los gustos evolucionen, hay feudos intraspasables.

Interpretaciones no sólo de nivel sino también creativas como las del griego Selalmanzidis o las del argentino Inchausti tampoco parecieron agradar a sus excelentísim@s.

Por otra parte, sin embargo, parecen más que dispuestos a premiar la TOTAL ausencia de imaginación de Kim Bomsori (“suspiros” para entendernos) o la neutralidad escalofriante de la rusa Maria Milstein.

Uno se resiste a pensar que el criterio dominante ejerza su poder, pero es que parece que no estén dispuestos a transigir con según que “atrevimientos”. Parece que les duela en el orgullo que violinistas con personalidad brillen más que los propios jueces.

¿Resultado? El propósito inicial de Ysaÿe se ve entrampado en los mismos conceptos de los que quería huir.

Sinceramente me gustaría de alguna manera hacer llegar esta reflexión al jurado. Todo se andará. A fin de cuentas no tengo nada que perder.


Para la lista de semifinalistas, el orden y el repertorio esta noche escribiré una entrada especial.


Respecto a los candidatos, he de reconocer que la ausencia de favoritos y la proximidad de la decisión sobre los veinticuatro semifinalistas condicionaron mi ya mermada capacidad de atención.
Aun así, no me quiero dejar sin reseñar a dos concursantes que merecen todo mi respeto (de la misma manera que el resto por supuesto):

Artiom Shishkov. Bieloruso de 28 años. Además de tener un sonido bellísimo, la afinación potenciaba su proyección ofreciendo un resultado totalmente armónico. También demostró coherencia en la elección de los tempos así como una limpieza extraordinaria en Paganini (el 24), si bien no resulto tan virtuoso como el resto.



Tseng Yu-Chien que con tan sólo 17 años demostró una entereza y un bien hacer dignos del violinista más formado. La verdad es que no me entusiasmó pero es reseñable sin duda




Esta noche empezamos con las semifinales que prometen un poco más de emoción. Aunque ahora si que me faltan favoritos. 

2 comentarios:

  1. Desde mi perspectiva como lumpenproletariat del violín, da rabia ver que gente tan técnicamente perfecta, que podría elegir expresar lo que quisiera con la música, elija no elegir nada. Personalmente saco esa sensación de lo poco que he visto hasta ahora de concurso: mucho mono amaestrado (sin querer faltar a los concursantes). Grandiosos monos y grandioso adiestramiento, pero adiestramiento al fin y al cabo.

    Para mí, que en todo este mundillo soy más que virgen, es llamativo el ver a cierta gente cuya carrera consiste en, básicamente, perder la infancia, cortesía de padres frustrados, generalmente, para luego ir paseando de concurso en concurso los talentos, como en tiempos se iba de corte en corte.

    La razón de opinar sobre esto aquí, es porque parece que, a fin de cuentas, al jurado le parece bien. A fin de cuentas, para quien se sienta ahí y le dan una hoja de calificaciones, es mucho más fácil calificar de manera "objetiva", que empezar a meterse en lo expresivo y artístico de cada uno, que además de ser personal es siempre difícil de medir cuando te vienen más de seis docenas de violinistas.

    Sin embargo, y a cuenta del post del otro día, esto, a mi humilde entender, no hace más que, precisamente, agrandar la brecha entre público e intérprete: los intérpretes no tocan para el público, sino para otros intérpretes que están sentados con una libreta examinando lo "objetivo", a saber: lo técnico, y ciertas cuestiones musicales ortodoxas, que son fácilmente medibles: existe un canon en esta altura de cómo se debe tocar, más o menos amplio, y más allá, está el abismo.

    Lo que realmente me preocupa de todo esto, como público,y también como intérprete, es que el canon no tiene nada de malo. Que haya formas aceptadas de hacer arte es estupendo, pero claro, ¿aceptadas por quién? Porque el público general, e incluso el no tan general, suele ser bastante ecléctico en cuanto a la estética, aunque siempre haya una más "de moda" (basta con echar un vistazo a la infinidad de géneros musicales que han convivido desde principios del s. XX hasta hoy), pero lo que al final decide, en todo, es la sinceridad artística de cada uno (que uno hace las cosas como crea que deba hacerlas, y no como lo esperen los demás), y cómo el público se identifica con ella.

    Y esa sinceridad artística es lo que escasea en el concurso, y no está siendo especialmente apreciada por el jurado. No digo que la torpedeen, no he visto a todos los candidatos, pero sí creo que no les importa especialmente.

    Y ahí está lo chungo del asunto: los ganadores reciben la estupenda oportunidad de darse a conocer ante el público, pero, ¿qué van a comunicarle al público? ¿que saben tocar muy deprisa? ¿que han aprendido que haciendo este cambio de arco así y esta forma de vibrato en este matiz el sonido se proyecta de lujo y la frase queda equilibrada? ¿Sus vivencias (estudiar porque si desafinaban en el concierto no cenaban, como conozco el caso de alguna concursante)?

    En resumen, encuentro un preocupante desajuste entre el nivel técnico, en general muy alto, y el nivel musical, que en bastantes participantes (de los que he oído) podría decir que es bajo, y muy dependiente de órdenes. Bien por la música como "ars": una técnica de hacer un oficio, con unas reglas y una manera de hacer, como el que hace una silla, pero débil según el criterio que quería dar el propio Ysaÿe. De hecho, a pesar de haber sido una legión los concursantes, los que eran capaces de transmitir algo inmediatamente destacaban bastante sobre los demás.

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  2. Muy interesante reflexión! Ademas sobre uno de los temas más delicados.
    Sólo quiero apuntar un par de cosas.
    La primera sobre el violinista como figura en tanto que artista (o artesano).
    Creo que el violinista de hoy en día goza del estatus de artista mientras que aunque ha perdido la perspectiva sigue cumpliendo la función de artesano.

    El problema -como apunta de nuevo Harnoncourt- es que la crisis de valores por la que pasa occidente (que según el mismo arrastramos desde hace 30 años, lo que en términos musicales puede ser cierto0) agranda la brecha no solo entre publico y músico si no también entre músico y compositor.

    El resultado es que la función artesanal del músico de darle vida a obras de compositores se hace con 150 años de diferencia en la media de los casos. Y por lo que parece va a seguir siendo así durante mucho tiempo.
    Y esto me lleva al segundo punto y es que evidentemente a parte de ese grado de artesanía, ha habido ciertos violinistas, personas antes que nada que han influido en la historia del violín, de la música gracias -supongo- a una combinación de factores entre los que juega un papel importante la personalidad y las aspiraciones.
    En este caso podemos observar que Ysaÿe fue un músico que en gran medida se hizo a si mismo. No podemos observar estas figuras sin atender a su circunstancia.

    Hoy en día la globalización permite el acceso a otras culturas a la música occidental y las consecuencias son las que vemos:

    Concursos masificados, nivel técnico altisimo (todos sabemos que Ysaÿe no llego a tener el nivel técnico de muchos concursantes de hoy en día) asi que por supuesto se está produciendo una reestructuración en los valores con los que se juzga y se entiende la música.

    Estoy de acuerdo contigo en que el panorama es bastante desolador.

    Aun asi, hay ciertas figuras que todavía brillan en cuanto a estos aspectos se refiere.
    Pocas quedan en estas semifinales, porque como bien dices (y si, aunque no lo afirmes es cierto) se lo han torpedeado.

    Hablando de modas, haberlas las hay por supuesto. Este caso de todas maneras se me antoja más como una lucha de poderes, influencias y maneras de ver a los concursantes que otra cosa.

    A fin de cuentas son ciento y la madre en el jurado y este es el resultado natural.

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