En nuestra generación y sobre todo la gran mayoría de los
que estáis siguiendo el blog somos músicos de profesión y como tal nuestra
percepción no sólo varía en el campo de lo musical sino también en el de lo
emocional.
¿Por qué comentar esta perogrullada?
Bueno, todo viene a raíz del comentario de Alfonso ¿o
debería decir Perri el Sucio? (bonito mote por cierto) que alude a un tema
candente.
Si bien hace un par de días me permitía la licencia de
cuestionar las decisiones de un jurado
estancado en gustos inamovibles, “oficiales” como decía aquél (aunque no
comparta el significado del termino desde un punto de vista práctico)
distanciándose de el objetivo que Ysaÿe nos propuso, hoy reflexiono en portada
sobre lo que comenta Alfonso, y es que ya sea causa o consecuencia, la gran
mayoría de concursantes han respondido a este modelo presentando un arquetipo violinístico.
Desde mi experiencia y la de muchos de los músicos que me
rodean cada vez que emitimos un juicio o valoración recurrimos siempre a
determinados puntos en común: la confrontación entre lo tangible y lo
intangible, la percepción de la interpretación en el terreno de lo personal, etc.
pero sin llegar a ponernos de acuerdo en convenciones sobre los criterios a seguir
.
En muchos casos me recuerda a la clásica discusión “de
usuario” a la salida del cine:
- “Desde luego, Kate está irreconocible en este papel”
- “Pues a mi no me ha convencido nada, no me he creído nada del papel”
- “Pues a mi no me ha convencido nada, no me he creído nada del papel”
Y el debate termina aquí porque nadie tiene argumentos de
peso que aporten un poco de luz, porque nadie puede determinar qué es creérselo
y que no, porque entra dentro del ámbito de lo subjetivo.
Del mismo modo ocurre con una interpretación violinística en
la que parece ocurrir que hasta los rasgos más objetivos adquieren un cariz subjetivo
que es lo que para mi hace tan compleja la labor de jurado.
Nunca nos ponemos de acuerdo.
Con todo y con eso, tenemos que atender al propósito
principal del concurso para entender que el cambio del que hablamos se ha producido
a muchos niveles, no sólo en la relación jurado/concursante.
Y es que el concurso además de acerditarte el reconocimiento
internacional , te proporciona una vida. Una vida para la que no sólo tienes
que demostrar entereza y nivel sino que tienes que estar dispuesto a aceptar.
Una vida de conciertos, aeropuertos, grabaciones,
entrevistas, masterclass, más conciertos, más entrevistas… y poco tiempo para
la evolución personal, así que es normal que nos planteemos la cuestión a la
que alude Alfonso, ¿Qué me va a aportar determinado violinista si conozco su
trasfondo y sé que no tiene vida personal? ¿Estoy dispuesto a pagar cincuenta
euros por escucharle? ¿Y dentro de diez años?
Aun así al final siempre sobresalen ciertas personalidades
(más que ciertas personas) lo que nos demuestra los hay que no es que estén dispuestos a llevar esta
vida, sino que la llevan desde hace años. Y con una facilidad pasmosa.
Bien es cierto que puedo llegar a entender la dinámica que
requiere este tipo de actividades, hasta cierto punto llevamos una vida
parecida aunque luchemos por un trabajo en vez del éxito y el glamour de los
grandes auditorios, pero realmente es otro nivel de sacrificio.
Dije que no iba a comentar ningún Mozart a no ser que me
llamase la atención. Éste es el caso de Andrey Baranov. No puedo dejar de comentar que por encima de
cuestiones estéticas valoro la coherencia interpretativa de este hombre. Lo
dije y lo ratifico, cada vez que le veo no puedo imaginar otra manera de tocar
para el. No importa lo que haga, consigue imprimarle una capa de personalidad
impermeable a prueba de críticas.
Me encanta. Y no me gustaría tocar como el, pero me encanta.
Me encanta. Y no me gustaría tocar como el, pero me encanta.
La tarde continuó con dos recitales que la verdad no me
llamaron la atención si bien uno de ellos merece la pena comentarlo.
El primero del albanés Ermir Abeshi, que hace gala de una
tranquilidad que roza la apatía. Me gusta la ejecución de su técnica en acordes
pero no encuentro una lógica armónica en sus decisiones a la hora de frasear.
El poéme
de Chausson acusó su carencia de legato que de igual manera jugó en su contra en el paganini (I palpiti) restándole parte del lirismo
necesario para una obra tan ligada al belcanto
italiano en la que parece que sufrió un poco. Por el contrario el caprice de Kissine me pareció de las
mejores versiones hasta el momento al menos así me lo hizo entender.
La noche comenzó con el Mozart de Baranov que ya he
comentado y el de una coreana que no comentaré, para terminar con dos recitales
honestamente impactantes.
El primero, del alemán Stefan Tarara. Esta especie de
nibelungo afrancesado de sonrisa perenne optó por un recital de violín solo
-supongo que en parte para evitar problemas- con dos de las obras mas complejas
del repertorio del violín: Sonata para
violín solo de Bartok y Nel corpiu non mi sento de Paganini. En
este caso se nota que tiene el culo pelado de hacer concursos, porque se
ventiló el recital con la efectividad de la costumbre.
Bartok me gustó bastante. Ysaÿe también, con mucho detalle. Kissine un poco más guarreado.
Bartok me gustó bastante. Ysaÿe también, con mucho detalle. Kissine un poco más guarreado.
Del recital de Hyun Su Shin me gustaría destacar el poéme
–la misma obra que antes- en la que si consiguió crear momentos mágicos y del
que me gustó mucho la claridad de los trinos de la última página. Merece la
pena verlo hasta el final.
Ahora que ya están todos los videos en la página oficial del
concurso, he actualizado la anterior entrada para que podamos ir
familiarizándonos con los rostros.
¡Así se disfruta con mucho más sentido sin duda!
Hola Darío. Sí, se agradece lo de los vídeos, así es más fácil asociar los sonidos con los nombres. Me ha gustado mucho el Poème de Hyun Su Shin. De hecho, de las chicas que han quedado en la semifinal es la que más me gusta, por esa mezcla de delicadeza y vivacidad que se percibe, pero supongo que es algo totalmente personal.
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ResponderEliminarBuenas, varias puntualizaciones no más.
ResponderEliminarPrimero, parece que me pasé el otro día relacionando la vida personal del personal a su manera de tocar. No era mi intención. Es evidente que cualquiera que hoy quiera ser concertista debe hacer una vida de sacrificios para poder aspirar a conseguirlo, pero lo que me tiene la mosca detrás de la oreja no es ese sacrificio, sino cuando el esfuerzo se centra en un trabajo mecánico, como el del atleta de elite, sin cultivar ningún interés interior por lo que se hace. Por seguir la comparación, al atleta que corre los 100 lisos no le preocupa su entorno mientras corre. Le preocupa el viento, la lluvia, que la pista pueda resbalar o estar muy blandurria, pero una vez que arranca sólo le preocupa sacar el máximo de sus músculos y llevar el mejor ritmo posible. Cuando escuchaba los paganinis de la primera ronda tenía esta misma impresión. Un ejercicio muy calculado. Pero como todo el mundo sabe, las carreras más divertidas son las campo a través, donde el entorno es cambiante e imprevisible, y ahí es donde entran en juegos más factores que sólo tener unas piernas rápidas y haber entrenado muchas horas.
Dicho en otras palabras, algunas personas con una forma técnica brutal parece que no tienen ni idea de lo que están haciendo sobre el escenario, y nada más que mueven dedos. Mí no gustar, y mí en futuro no pagar entradas para ver recitales de esas personas. Pero me niego a decir que la culpa sea de ellos, porque en muchos casos nunca han tenido ocasión de elegir qué hacer con su vida.
2. Qué pasa con las actualizaciones, que aún faltan dos días de semis por reseñar, y lo mejor de todo, el comentario final de la ronda.
3. Se supone que la gracia de tener pseudónimo es que no le llamen a uno por su nombre de pila. No es por echar la bronca, y menos a estas alturas, pero a futuros comentaristas no se lo hagas xD